La Nueva Economía: ¡no matemos al mensajero!
La designación y primeras actuaciones del nuevo ministro de Economía no han dejado indiferente a nadie. Es más...
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Rafael Mies
La designación y primeras actuaciones del nuevo ministro de Economía no han dejado indiferente a nadie. Es más, muchos parecen sorprendidos e incluso molestos por la “poca delicadeza” con que ha entrado en temas tremendamente sensibles como la carga tributaria de las empresas o la fiscalización de sus prácticas comerciales. Sin duda, para un gobierno de centroderecha con claro respaldo de los sectores económicos tradicionales, hablar de impuestos, regulación e intervención del Estado resulta muy confuso y alejado del ideario natural del sector que representa. Resulta importante, entonces, dilucidar si el propio gobierno está sorprendido con las declaraciones de Longueira o si efectivamente está respaldando una agenda, que al menos en apariencia, se opone a su ideario.
Qué el gobierno esté sorprendido con la actuación de su ministro resulta inverosímil. La personalidad, estilo y convicciones del ex senador son por todos conocidos y particularmente en su caso difícilmente alguien pueda sostener que había una “agenda oculta”. Por lo mismo, no queda sino aceptar que es voluntad de la actual administración modificar la agenda económica en términos más propios de un proyecto social demócrata que uno de derecha tradicional.
No resulta fácil aceptar esta realidad, sin embargo, parece que efectivamente nos encontramos ante nuevas realidades económicas y sociales que exigen cambios en esa línea. Los últimos resultados de la encuesta Adimark confirman un desacoplamiento importante entre la ciudadanía y el mundo político. En palabras de Roberto Méndez: “la oposición al gobierno ya no es la Concertación, que es igualmente castigada por las encuestas, sino una nueva oposición constituida por la gran mayoría de los chilenos”.
De alguna manera se confirma que la sola posibilidad de que un presidente de derecha haya sido elegido se debió más a una necesidad de cambio y reformas que a una adhesión política a su programa.
Ahora bien, lo que parece meridianamente claro es que en materia económica hay al menos tres temas en que la ciudadanía no quiere esperar más: Mejorar la equidad en la distribución de la riqueza, una mayor regulación de los proveedores de servicios básicos, incluyendo telefonía, televisión e Internet y una mayor protección de los consumidores frente a eventuales abusos del sistema financiero.
Lo que a estas alturas parece evidente, no sólo para el presidente Piñera y su gabinete, es que la gente no quiere un país más rico sino más solidario. Quiere un gobierno que sea contrapeso frente a los proveedores de servicios básicos y quiere un sistema financiero transparente y razonable en términos de costos y condiciones de acceso al crédito.
Así las cosas, los cambios que en materia económica y regulatoria se avizoran se corresponden más a una imposición ciudadana que a una iniciativa del Ejecutivo. En otras palabras, Longueira es sólo el mensajero de la nueva economía que quiere el país y no su creador, con lo que, en mi opinión, tratar de eliminarlo sólo sería pan para hoy y hambre para mañana.